jueves, 2 de mayo de 2013

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miércoles, 1 de mayo de 2013

LA TRISTEZA Y LA FURIA (cuento)


LA TRISTEZA Y LA FURIA



En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde
los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los
colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban
permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose
mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se
baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así
que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar
donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin
conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al
desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de
la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia,
ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien,
encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del
disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.



UN RELATO SOBRE AMOR (cuento)


UN RELATO SOBRE AMOR

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía
trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una
montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser
leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le
llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo.
Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se
puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera
trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría
de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa
relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera
y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer
aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él
su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha
nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía,
pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era
suficiente agasajo...
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar
por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que
fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que,
semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando
que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro
expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material
que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un
reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él
guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su
cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza
aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba
escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo
acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj."
Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por
sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de
lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios
más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero
necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó
y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró
con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo
rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a
preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía
sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la
peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de
costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la
joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su
casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía
regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez
ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza.
Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de
que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían.
Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la
cadena de oro para el reloj. Y él fue h
asta el ropero y extrajo de allí una caja
muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos
enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del
abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

SUEÑOS DE SEMILLA (cuneto)


SUEÑOS DE SEMILLA

En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una
semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de
potencialidades.
...Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia
vida en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después.
Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil,
absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje,
llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son
los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar,
echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que
oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños
semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en
cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los
dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos
enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez
cegadora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras
transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros
sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas
gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y
nuestro futuro.
Nada hay que temer,... una sabiduría interior las acompaña... porque
semilla sabe... cómo llegar a ser árbol...



OBSTÁCULOS (cuento)


OBSTÁCULOS


Voy andando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte
se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo
que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis
sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que
más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo,
lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar
hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un
poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo
que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras
decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me
repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y
también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me
sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de
que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos...
Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está
hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un
gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo
escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a
un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe
con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos
obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos
los trajiste tú.



LA ALEGORIA DEL CARRUAJE (cuento)


LA ALEGORIA DEL CARRUAJE

Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice: -Salí a la calle que
hay un regalo para vos.
Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso
carruaje estacionado justo, justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera
de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca,
todo muy fino, muy elegante, muy "chic". Abro la portezuela de la cabina y
subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de
encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy
cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo
de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo,
y no hay lugar para nadie más.
Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi
casa, del otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué bárbaro este
regalo! "¡Qué bien, qué lindo...!" Y me quedo un rato disfrutando de esa
sensación.
Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo.
Me pregunto: "¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?" Y empiezo a
convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada.
De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice,
como adivinándome: -¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?
Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados.
-Le faltan los caballos - me dice antes de que llegue a preguntarle.
Por eso veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido.
-Cierto - digo yo.
Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje.
Me subo otra vez y desde adentro les grito:
-¡¡Eaaaaa!!
El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y
eso me sorprende.
Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y
a ver el comienzo de una rajadura en uno de los laterales.
Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los
pozos, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos.
Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me
arrastran a donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero
al final siento que es muy peligroso.
Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.
En ese momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo
insulto: -¡Qué me hizo!
Me grita:-¡Te falta el cochero!
-¡Ah! - digo yo.
Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un
cochero. A los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y
circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento.
Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar v
erdaderamente del
regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al
cochero a dónde ir.
Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la
mejor ruta.
Yo... Yo disfruto el viaje.
"Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo:
nuestro cuerpo.
A poco de nacer nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un
requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no
tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los
afectos.
Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos
cuenta que estos deseos nos llegaban por caminos un poco arriesgados y a
veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde
aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra
capacidad de pensar racionalmente.
El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran
del carruaje son tus caballos.
No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y
protegidos, porque... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras
solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida?
Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus
emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente
tampoco podés descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto.
Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su
mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó
el viaje..."

El temido enemigo (cuento)


EL TEMIDO ENEMIGO

La idea de este cuento llegó a mí escuchando un relato de Enrique Mariscal. Me
permití, partir de allí prolongar el cuento transformarlo en otra historia con
otro mensaje y otro sentido. Así como está ahora se lo regalé una tarde a mí
amigo Norbi.
Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba
sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él,
necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la
madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él
necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.
Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y
sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del
reino.
Invariablemente todos le decían lo mismo:
-Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que
nadie posee: Él, él conoce el futuro.
( En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran
llamados, genéricamente “magos”).
El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de
ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo
amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.
No decían lo mismo del rey.
Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era
justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso.
Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el
mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el
rey urdió un plan:
Organizaría una gran fiesta a la c
ual invitaría al mago y después la cena,
pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de
los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado,
tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los
demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro
de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la
fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día
cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar
su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la
primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que
el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en
su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus
poderes...
Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó...
...Después de la gran cena. El rey hiz o pasar al mago al centro y ante le
silencio de todos le preguntó:
- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?
- Un poco – dijo el mago.
- ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?
- Un poco – dijo el mago.
- Entonces quiero que me des una prueba - dijo el rey -
¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?
El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.
- ¿Qué pasa mago? - dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... ¿no es cierto que
puedes ver el futuro?
- No es eso - dijo el mago - pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
- ¿Cómo que no te animas?- dijo el rey-... Yo soy tu soberano y te ordeno que
me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino,
saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes... Contéstame pues,
¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:
- No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un
día antes que el rey...
Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los
invitados.
El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones,
pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.
Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio...
Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que se había equivocado.
Su odio había sido el peor consejero.
- Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.
- Me siento mal - contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que
hayas venido.
Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...
El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.
¿Habría leído su mente?
La predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?...
Estaba aturdido
Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.
El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:
- Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta
noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas
decisiones reales.
- ¡ Majestad!. Será un gran honor... – dijo el invitado con una reverencia.
El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago
hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen su
puerta asegurándose de que nada pasara...
Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto
pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se
hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le
hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones,
pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hiz o la pregunta... necesitaba una
excusa.
Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y
le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro
asunto... (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).
El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados –
aceptó...
Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta
las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva
consulta al día siguiente.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos
de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo,
teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.
Pasaron los meses y luego los años.
Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.
Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y
seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a
reinar de una manera más sabia y bondadosa.
Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido
antes.
El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para
aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el
rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.
Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.
Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su
entonces más odiado enemigo
Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un
hipócrita.
El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y
apenas entró le dijo:
- Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho
- Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón.
- Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no
quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier
cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara
para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban... Estoy
tan avergonzado...
- Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que
amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese
hecho.
Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.
Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin
ocultamientos.
El mago lo miró y le dijo:
- Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me
alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me
permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu
mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta
adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, - el mago sonrió y puso
su mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte
que yo también te mentí... Te confieso hoy que inventé esa absurda historia
de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién
hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo
te haya enseñado nunca.
Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de
nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles... y sin
embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho
que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.
Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un
minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día
seguramente se acerc a. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba
estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras
muertes.
El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada
uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos...
Cuenta la leyenda... que misteriosamente... esa misma noche... el mago...
murió durante el sueño.
El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente... y se sintió
desolado.
No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del
mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.
Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo.
¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al
mago justo la noche anterior a su muerte?.
Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él
pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.
Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos...
Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín,
bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.
Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de
tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.
Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.
Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después de la
muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía... quizás de
casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar la última enseñanza del
maestro.